De ganchos y cuerdas: la academia que imagino

Me decidí a escribir esta entrada al blog después de leer la que publicó @Lucy. Lo que van a leer es el relato de una economista un poco salida del molde, que ha tomado desvíos que entre curva y curva la llevaron a encontrarse con la palabra “género”, con el revolcón que la misma trae y con un montón de reflexiones que ahora, precisamente, busca cómo integrar en su existir profesional (y si suena existencialista es porque la búsqueda de verdad lo está siendo). Apuesto que al final, todo conecta con ustedes.

La conceptualización y las tensiones en Economía

Creo que lograr que un curso transforme parte de lo que hacemos en nuestras vidas es normal para los que nos dedicamos a temas académicos, pero que además logre influir y transformar los principios epistémicos es una proeza. Siempre me consideré una mujer que rompía con las concepciones de roles establecidos y que trataba de enmarcar las diferencias entre hombres y mujeres que hallaba en mis investigaciones sobre educación y empleo. Con esto, sin embargo, lo que sucedía era que solo señalaba que en efecto había algo diferente y nunca indagaba más allá de las razones obvias que los datos mostraban. Era como un “checklist” básico que debe hacerse cuando se trabaja, como es mi caso, con temas en donde la base teórica es la Teoría del Capital Humano (1=hombre, 2= mujer cuando se codificaba la base de datos).

Economía feminista en Colombia: cuestionamientos y potencialidades

La economía feminista en Colombia viene floreciendo en los últimos años y un hito académico fue la Escuela de Verano de Género y Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, de la que tuve el privilegio de hacer parte. Esta Escuela congregó a profesionales y académicas de todo el país con experiencia e intereses en la construcción de nuevas perspectivas en la economía, particularmente, en cómo incorporar las desigualdades de género al análisis económico. Parte de los aprendizajes que me llevo de esta Escuela es repensar la economía a partir de la identificación de los sesgos de género en temas micro y macroeconómicos y, como consecuencia, pensar en el potencial que tiene la economía feminista en Colombia en temas de investigación y de transformación de las desigualdades de género.

Sobre el peligro de estudiar Economía feminista en el aislamiento

Este año participé en la primera Escuela de verano en Género y Economía realizada en Colombia, y conocí la Economía feminista. Este encuentro fue revelador y revolucionario. Revelador porque me ayudó a reconocer que en todos los años que estuve estudiando en facultades de economía en distintas universidades nunca escuché hablar sobre esta rama de la Economía. Y revolucionario porque sacudió mis ideas sobre la Economía clásica, la perspectiva de género y la forma en la que esta profesión tan masculinizada ha intentado lidiar con el tema de género en nuestro país: a través de cursos aislados que llegan a pocos estudiantes.

Macroeconomía y género: un gran interrogante

Durante mi doctorado tomé un curso llamado la microeconomía del desarrollo en donde conocí estudios que relacionaban características de los individuos (como raza, género o ubicación) con mecanismos que generan segmentación y discriminación y que, por tanto, limitan el desarrollo económico. Las conexiones entre la desigualdad de género y la microeconomía me resultaron, entonces, menos desconocidas. La literatura microeconómica, teórica y aplicada, en las últimas décadas ha tenido un gran avance en esta dirección, siendo el aporte de la economía feminista fundamental para identificar las barreras al acceso y participación de las mujeres en los mercados, bajo un ejercicio pleno de sus derechos. Las investigaciones sobre mercado laboral, educación, economía del cuidado y el trabajo doméstico son algunas de las temáticas abordadas desde el análisis microeconómico que han tenido mayor difusión.

¡Con los lentes puestos de la economía feminista!

La Escuela de Género y Economía fue mi primera aproximación a la economía feminista. El impacto que esta experiencia ha causado en mí ha sido tan profundo que considero que los compromisos y desafíos que la causa feminista comporta me acompañarán por el resto de mi vida profesional y personal.

“Andábamos sin buscarnos, pero sabíamos que andábamos para encontrarnos”. Del escepticismo al entusiasmo

La primera sorpresa con el curso de la Escuela de Verano en Género y Economía me la llevé incluso antes de que comenzaran las sesiones. La invitación me llegó por casualidad y apliqué porque me pareció una apuesta académica interesante, pero la veía con escepticismo: me preguntaba si reunirían la cantidad mínima de personas para que lo ofertaran. Luego de un par semanas, estaba yo viendo con asombro en la página web de la Universidad que 104 personas de diferentes regiones del país eran candidatas a obtener uno de los 25 cupos del curso. Así, se contaban por cientos quienes, desde diferentes escenarios, compartíamos una visión de la economía en la que las mujeres importábamos.

El verdadero reto de la economía feminista

Para empezar, confieso que asociaba el término “feminista” con la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres en todos los aspectos: económicos, sociales y políticos; tal vez como la mayoría de la gente cree, pero fue en la Escuela de Verano en Género y Economía que comprendí el término en un sentido más profundo y multidimensional. Creo que le puse más atención cuando lo vi acompañado de la palabra “Economía”.

Me cambiaron el chip

Confieso que antes de ir a la Escuela de Verano de Género y Economía, en la Universidad Javeriana en Bogotá, no tenía una idea muy precisa sobre la importancia de ciertos temas relacionados con el rol de las mujeres desde el punto de vista de la teoría económica y de la economía política.