Para empezar, confieso que asociaba el término “feminista” con la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres en todos los aspectos: económicos, sociales y políticos; tal vez como la mayoría de la gente cree, pero fue en la Escuela de Verano en Género y Economía que comprendí el término en un sentido más profundo y multidimensional. Creo que le puse más atención cuando lo vi acompañado de la palabra “Economía”.
La Economía Feminista si bien puede ser interpretada de diferentes formas, puede decirse que el concepto y su alcance están aún en construcción. Pienso que inclusive, nosotras mismas no lo alcanzamos a entender, tal vez porque cada día podemos descubrir aristas y elementos nuevos derivados de los análisis tanto de nuestro entorno como de otras realidades.
Gracias a las profesoras de la escuela –y a mis compañeras por supuesto– entendí conceptos como igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, así como la importancia de incluir la perspectiva de género desde el diseño de las políticas económicas para que en la planificación del desarrollo se enfrenten los principales retos de la economía feminista, como son incrementar el liderazgo y la participación de las mujeres (inclusive en los procesos de paz), el empoderamiento económico, la eliminación de la violencia contra las mujeres, etc. Todo esto contribuirá a desvirtuar las construcciones sociales de género arraigadas históricamente.
Sin duda, estos son temas fundamentales de la Economía Feminista, pero a modo de reflexión personal y después de haber interiorizado mi experiencia en las dos semanas que compartí con unas mujeres estudiosas y maravillosas, pero también madres, esposas, hijas, y después de socializar nuestras experiencias, creo que el verdadero reto para aquellos que trabajan la Economía Feminista no es hablar del tema, sino generar interés en las personas del entorno familiar, social, académico, etc.; pues considero que el verdadero reto es lograr que la gente sea receptiva ante el tema y quiera escuchar.
Actualmente existen espacios de participación en la academia, las instituciones gubernamentales y las ONG; se organizan eventos que convocan a la sociedad civil, pero me pregunto si hay una motivación genuina por el tema o si, en cambio, lo hacen sólo por “cumplir agenda”. Se deben propiciar más ámbitos de participación que, sobretodo, enciendan la chispa de la empatía por la Economía Feminista desde un discurso amigable, entendible y razonable.
Nuestro reto es seguir adelante, llevar estos conceptos y estas ideas a todos los espacios posibles. Son las pequeñas acciones las que cambian el mundo y confío en que dentro de muy poco –espero no sean años– con los esfuerzos realizados por cada una desde nuestros campos de acción, podamos consolidar la Economía Feminista como un tema relevante en las agendas académicas, culturales y del Gobierno. Que sea esa una labor cotidiana. Sé que es posible generar ese interés. No pierdo la fe en la humanidad.
Publicado por
Paula Andrea Rivas Oyuela
Docente de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga
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